PRIMER SECRETO:
CREAR UNA CULTURA DE LA INNOVACIÓN
Los lugares más propicios para la innovación son aquellos en donde florecen las artes, las nuevas expresiones musicales, donde hay una gran población gay, donde hay buena cocina, además universidades que puedan transformar la creatividad en innovación. Los innovadores tienden a juntarse en lugares que les permiten trabajar “fuera de reglas de las corporaciones tradicionales, fuera de la burocracia, allí donde puedan controlar los medios de producción y donde les ofrecen capital de riesgo que sea capital, y no deuda”.
Los lugares donde florece la innovación por lo general glorifican el talento más que el dinero. La mayoría de las grandes innovaciones surgen de abajo para arriba, gracias a una cultura del emprendimiento y de la admiración de colectiva hacia quienes toman riesgos.
Una cultura de innovación se crea en un clima que produce un entusiasmo colectivo por la creatividad, y que glorifica a los innovadores productivos de la misma manera en que se glorifica a los grandes artistas o a los grandes deportistas, y que desafíe a la gente a asumir riesgos sin temor a ser estigmatizados por el fracaso. Sin una cultura de la innovación de nada sirven los estímulos gubernamentales, ni la producción masiva de ingenieros, ni mucho menos los parques tecnológicos. Hoy en día, con los medios masivos de comunicación y las redes sociales, es mucho más fácil.
Otra forma de generar innovación es generar premios, fomentar una cultura nacional y familiar de admiración para los científicos exitosos. Deberíamos crear en nuestros países una cultura de admiración a los científicos, como la que tenemos con los futbolistas.
Muchas de las grandes invenciones de la humanidad surgieron como resultado de premios económicos ofrecidos para quienes logran superar un determinado desafío tecnológico. Los premios son una herramienta cada vez más eficaz para despertar el interés por resolver un desafío, estimular al mayor número de talentos para que lo conviertan en realidad, y crear una cultura de la innovación. Todo gran invento surge como una idea loca.
Hay que aceptar y aprender de los fracasos, una clave fundamental para crear una cultura de innovación es instalar en la sociedad la idea de que el fracaso es muchas veces la antesala al éxito, enseñarles a los niños a temprana edad que los emprendedores más famosos del mundo tropezaron varias veces antes de triunfar, y que el hecho que fracase un emprendimiento no significa que fracase un emprendedor.
El gran secreto de Silicon Valey es que ha logrado una cultura en que el miedo de perderse una oportunidad es mucho mayor que el miedo al fracaso “Lo que es vergonzoso para este tipo de gente no es fracasar, sino quedarse sentado observando mientras otros salen corriendo con una gran idea”. El objetivo deberá ser, celebrar y reconocer a las personas que han tomado riesgos, incluso aquellos que han fracasado, porque la mayoría de nuestras culturas el fracaso es castigado, tenemos que crear una admiración colectiva a los emprendedores que toman riesgos, independientemente del resultado de sus proyectos.
SEGUNDO SECRETO:
FOMENTAR LA EDUCACIÓN PARA LA INNOVACIÓN
Existe un déficit de capital humano para la innovación y esto se debe a que la mayoría de los estudiantes universitarios en América Latina se vuelcan a las humanidades y a las ciencias sociales, por otro lado, los planes de estudio convierten a las matemáticas y las ciencias un suplicio, las escuelas primarias deberán cambiar la forma en que se enseñan las matemáticas y ciencias, lograr que los niños entiendan que la ciencia es una herramienta.
En países como Singapur en las escuelas primarias selecciona a los alumnos más hábiles con las matemáticas y los encausan desde muy pequeños, los países más exitosos implementan en las escuelas laboratorios de química y física modernos para que las materias científicas se aprendan de la manera más divertida posible. La tarea es rediseñar el método de aprendizaje desde una edad temprana, involucrar a los niños desde que entran a la escuela involucrarlos en actividades científicas, especialmente poner atención a los dos grupos más vulnerables en matemáticas y ciencias; las niñas y los estudiantes de familias pobres.
En la era de Google podemos acceder a la información sobre casi cualquier tema, no es necesario que nuestras escuelas enseñen conocimientos, sino que enseñen a procesar información y fomentar la creatividad, el principal objetivo de las escuelas y no será preparar jóvenes para la universidad, sino preparar jóvenes para la innovación.
La clave es que los maestros, en lugar de premiar a los alumnos con base en los conocimientos adquiridos, los premie según su capacidad de analizar y resolver problemas y aprender de sus fracasos. En la mayoría de las escuelas y universidades, el fracaso es castigado con una mala calificación, pero sin prueba y error, no hay innovación.
Para poder pensar de manera interdisciplinaria y crear innovaciones revolucionarias tenemos que cambiar el lente con que vemos las cosas, se sugiere que la clave para promover la innovación es enseñar a los niños a hacer las preguntas correctas a partir de una pregunta más amplia ¿Cuál es nuestra meta final?, esta pregunta abre toda una gama de posibilidades que nos invitan a replantear la educación tradicional. ¿Cómo mejorar nuestras escuelas?, nos lleva a contemplar las posibilidades de educación a distancia o las “clases al revés”.
Cualquiera que sea la formula, lo cierto es que una de las claves para crear una cultura de innovación es, cambiar el lente con el que miramos las cosas, incluir una rutina que estimule el análisis de los problemas desde varios ángulos, mediante el planteo de diferentes preguntas. Muchas veces, el secreto no está en la respuesta, sino en la pregunta.
TERCER SECRETO:
DEROGAR LAS LEYES QUE MATAN LA INNOVACIÓN
Es importante simplificar en la mayoría de los países latinoamericanos los trámites para abrir o cerrar una empresa, adoptar leyes que hagan respetar la propiedad intelectual, y modificar sus leyes de quiebras para no castigar excesivamente a quienes fracasan en un emprendimiento. Además de las leyes que no protegen la propiedad intelectual, los estímulos para la innovación son aún menores.
Las leyes de quiebra de la mayoría de los países castigan en fracaso, hacen casi imposible que un innovador que fracasa en un proyecto pueda volver a levantarse y hacer un segundo y tercer intento. Existe una diferencia enorme en países como Estados Unidos y la mayoría de los países industrializados, que permiten a las empresas declararse en cesación de pagos, sin prejuicios de que sus directores puedan abrir otras empresas ese mismo día.
Aunque la tradición legal latinoamericana tiene su lógica –evitar el vaciamiento de las empresas–, pero al mismo tiempo produce situaciones absurdas.
Lo importante es que puedas fracasar lo más rápido posible, para que puedas levantarte y hacer otra. En muchos países latinoamericanos operan con legislaciones de los días en que la bancarrota era un crimen.
En general en los países centroamericanos se castiga y hostiga a quien le va mal y se eleva a quien le va bien, el castigo al fracaso en difícil de superar.
CUARTO SECRETO:
ESTIMULAR LA INVERSIÓN EN INNOVACIÓN
No es ningún secreto que los países que más invierten en investigación y desarrollo suelen ser los que más inventos patentan, y los que más productos nuevos sacan al mercado. La mayoría de los países latinoamericanos invierten menos del 1% de sus respectivos PIB.
El segundo gran problema de la falta de inversión en innovación en Latinoamérica es que la mayoría del dinero desembolsado por el gobierno es a través de universidades públicas y no por empresas privadas que son las que conocen el mercado. El secreto de los países más exitosos en innovación es que gran parte de su inversión es investigación y desarrollo es realizada por empresas privadas (en Estados Unidos casi el 70% de la inversión en desarrollo e investigación es realizada por empresas privadas). En Latinoamérica, quienes toman las decisiones de sobre dónde y que invertir son los funcionarios gubernamentales, cuyo conocimiento o experiencia en desarrollo de productos es casi nulo.
La escasa colaboración entre empresas privadas y universidades en América Latina se debe al “choque de culturas”, mientras las universidades se ven como productoras de conocimiento puro, las empresas se ven como exclusivamente dedicadas a aumentar sus ganancias.
En los países más innovadores, las propias universidades han creado empresas privadas para producir patentes conjuntas de profesores, investigadores y empresas privadas.
Otro gran desafío para estimular la innovación en Latinoamérica es hacer que surjan inversionistas de riesgo, dispuestos a arriesgar sus inversiones en star-ups, o empresas que recién empiezan y que tienen grandes posibilidades de fracasar.
La mentalidad de muchos inversionistas en Latinoamérica es: te voy a dar, pero quiero garantía de recuperar el 100% de la inversión. Los inversionistas de riesgo saben que la mayoría de sus proyectos van a fallar, pero no les importa, porque con un proyecto grande que logre triunfar van a ganar más que cualquier otra inversión.
Otras fuentes de crédito novedoso es el crowdfunding que permite a los innovadores recaudar fondos a través de contribuciones individuales de miles de pequeños inversionistas mediante sitios de Internet como kickstater.com
QUINTO SECRETO:
GLOBALIZAR LA INNOVACIÓN
La innovación es un proyecto colaborativo, que requiere estar en contacto cercano y en tiempo real con quienes trabajan en proyectos parecidos en todo el mundo y para eso, hace falta globalizar la educación y la investigación, algo que han empezado a hacer países como Chile y Brasil.
La mayoría de los países Latinoamericanos no permiten universidades extranjeras en su territorio, ni convenios de titulación conjunta con las mejores universidades del primer mundo.
Otro punto importante es que muchas universidades latinoamericanas no exigen un conocimiento básico de inglés, que se ha convertido en la lengua franca de la ciencia y la tecnología mundial. Por tanto, un motivo de rezago en estudiantes latinoamericanos es que no tienen suficiente preparación en el inglés como para aprobar los exámenes de idiomas que requieren las universidades.
¿Por qué solo aplaudimos la globalización en el fútbol y no en las ciencias? Como se vio en el último mundial, el futbol es una de las actividades más globalizadas del mundo: casi todos los jugadores de las selecciones de Latinoamérica juegan en el extranjero, y gustosamente regresan a sus países a los encuentros nacionales. En la mayoría de los países latinoamericanos hay un consenso generalizado de que la globalización ha mejorado la calidad de sus jugadores, porque no hacer lo mismo con los científicos.
Hay que convertir lo que antes se llamaba la “fuga de cerebros” en una “circulación de cerebros”, e incluso en una “ganancia de cerebros” para los países emergentes.
Los países latinoamericanos tienen que alentar a sus científicos más promisorios a trabajar con las mayores eminencias científicas del mundo, y a que regresen periódicamente a su tierra natal para enseñar o colaborar en proyectos de investigación, así como lo hacen los jugadores de fútbol
Países como Chile, Brasil y México han creado programas para apoyar a estudiantes, en 2013, el gobierno de México anuncio su propio megaproyecto de globalización estudiantil, llamado proyecta 100 000, bajo este programa México se propuso duplicar su 16 000 estudiantes en las universidades de Estados Unidos a 27 000 en 2014, 46 000 en 2015, y así sucesivamente hasta llegar a 100 000 estudiantes mexicanos en universidades estadounidenses en 2018, aunque está por verse si se logran cumplir estas metas. Lo bueno es que ya algunos países se han dado cuenta de la necesidad de globalizar la educación, y llevar a sus científicos y técnicos a trabajar con los principales centros de investigación e innovación del mundo.
Los países ya no competirán por territorios sino por talentos, Chile y Brasil lanzaron recientemente programas para importar innovadores, ambos países han creado incentivos económicos para atraer a jóvenes emprendedores de todo el mundo, bajo la premisa de que los países que más progresan ya no compiten por territorios, sino por talentos.
La esperanza de América Latina; es claro que no hace falta talento creatividad y audacia para hacer cosas nuevas, tanto a nivel nacional como individual. Los países latinoamericanos lejos de ser sociedades anquilosadas y temerosas de experimentar con lo desconocido están siempre a la vanguardia.
Ciudades como Medellín, Buenos Aires, Lima, Guayaquil y la Ciudad de México se encuentran a la vanguardia en innovación. Y a nivel personal sobran ejemplos de innovadores latinoamericanos que están triunfando, muchos de ellos están triunfando fuera de sus países, el gran desafío es crear ecosistemas favorables a la innovación, para que puedan florecer muchos más.