Una desintoxicación de marcas
Parte I
En el Reino Unido hay un movimiento anti-consumo llamado Enough (Suficiente). Sus adherentes creen que nosotros, en cuanto sociedad, simplemente consumimos demasiadas cosas y que nuestra cultura, consumista en exceso, es parcialmente responsable por muchos de los males sociales que aquejan nuestro planeta. Enough insta a las personas a preguntarse a sí mismas: ¿Cuándo es suficiente?, “¿Cómo podemos llevar una vida más liviana, y con menos?” y “¿Cómo podemos ser menos dependientes de la compra de objetos para sentirnos bien con nosotros mismos?”.
Yo no podría estar más de acuerdo con esto, que soy un profesional del marketing, pero también un consumidor. Como alguien que lleva más de veinte años al frente de las guerras de marca, he pasado horas y horas, he visto la gama de trucos y estrategemas psicológicos que han inventado las empresas y sus astutos profesionales del marketing y anunciantes para aprovecharse de nuestros temores, sueños y deseos más arraigados, todo esto con el fin de convencernos para comprar sus marcas y productos.
Sí, he sido parte de esto. Y no siempre me siento orgulloso de ello. He sido parte de algunas campañas de las que me siento muy orgulloso, pero también he podido ver hasta dónde puede llegar el Marketing, es por eso que decidí escribir este libro y exponer los secretos mejor guardados de como las empresas actuales y sus profesionales del marketing nos están manipulando, decidí que, en calidad de consumidor sencillamente ya había tenido suficiente.
Así que el año pasado me sometí a una desintoxicación de marcas, a un ayuno completo en términos de consumo, decidí pasar un año entero sin comprar ninguna marca nueva, solo me daría permiso para seguir usando las cosas que ya tenía.
En resumen, en el mundo actual, saturado por el marketing y la publicidad, no podemos escapar de las marcas. Sin embargo, yo estaba decidido a tratar de mostrar que era posible resistir todas las tentaciones que nos ha lanza nuestra cultura de consumo.
Si yo sabía que esto sería un reto, especialmente para un tipo que está de viaje 300 noches al año, esto significaría no más Pepsi, no más agua Fiji, no más copas de vino francés.
Como ya no podía comer alimentos de marca, empecé a desayunar una manzana, cambie mi cepillo de dientes eléctrico y mi crema dental Colgate por las pequeñas para viajes que regalan las compañías aéreas, y comencé a utilizar otros productos gratuitos que dan en las líneas aéreas y los hoteles.
Tuve que renunciar por completo a ciertos hábitos, solía tomar vitamina C si sentía que iba a resfriarme, ahora tenía que conformarme con un vaso de jugo de naranja. Antes usaba para peinarme usaba Dax, un gel para cabello, pero ahora me limitaba a peinarme y esperar lo mejor. Durante los primeros meses lo hice bien, en algunos aspectos no comprar algo nuevo fue un alivio, sin embargo, no fue fácil.
Me gustaba comprarles regalos a mis amigos o abastecerme de chocolate. Entonces recordaba. Martín estas en una rehabilitación de marcas, me daba la vuelta y me iba. Cada vez que pasaba por la calle, me parecía ser asaltado por carteles y vallas publicitarias de alguna fragancia sexy, o de un reloj de pulsera resplandeciente que estaba de oferta. Cada vez que encendía el televisor, lo único que parecía estar en el aire eran los anuncios comerciales: veinteañeros esbeltos, reunidos bebiendo una marca de cerveza al lado de la piscina, niños con mejillas rosadas sentados a la mesa en una mañana soleada, comiendo complacidos un plato de cereal de cierta marca.
Sin embargo adopté una posición férrea, en términos de mi desintoxicación, ni siquiera podía comprar un libro, una revista o un periódico. Y luego estaban las ocasiones frustrantes en que un amigo me contaba acerca de un artículo o de una novela fascinante que acababa de salir, en otro momento hubiera corrido a conseguirla, pero ahora no podía hacerlo. En lugar de eso, me paraba en un kiosco de revistas o en una librería, fisgoneando el periódico, libro o revista en cuestión, hasta que el empleado me lanzaba una mirada de “vete si no vas a comprar nada”. Más difícil aún era estar con mis amigos, no podía comprar una ronda de cervezas en un bar, ni dar un regalo de cumpleaños a nadie, entonces sacaba una disculpa floja tras otra. Temía que mis amigos pensaran que estaba siendo tacaño, que mi desintoxicación de las marcas era solo una disculpa para ser avaro. Permanecí firme, estaba decidido a demostrar que con un poco de disciplina y fuerza de voluntad podría volverme inmune a todo el marketing, la publicidad y las marcas persuasivas que me acechaban.
Y entonces, seis meses después, todo se vino abajo. El hecho de que mi ayuno de marcas solo durara seis meses, y que una persona que debería haber sido mejor fuera engañado por su propia profesión, dice mucho acerca de lo astutas son las empresas cuando se trata de fabricar deseos. Esto fue sucedió inmediatamente después de “bajarme de la nube”.
Martin Lindstrom