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El lavado de cerebro de las marcas.

Y SI CAIGO

Parte II

Mi recaída tuvo lugar en Chipre. La noche que sucedió yo estaba programado para un discurso de apertura. Pero cuando mi avión aterrizó en el  aeropuerto, descubrí que la aerolínea había perdido mi maleta. Había desaparecido. Y eso significaba que no tenía nada que ponerme para mi discurso. Tenía los pantalones que llevaba puestos, pero ninguna otra camisa aparte de la camiseta negra, sudorosa y maloliente que no tenía tiempo de lavar. Aquí hay algo que no te enseñan en la Escuela de Negocios de Harvard: nunca des un discurso inaugural con el torso desnudo. Tampoco se trataba de una aparición fugaz para conocer y saludar personas. Se trataba de una presentación importante, me estaban pagando bien y esperaban una gran cantidad de público. Reconozco que me asuste.

Media hora después de registrarme en el hotel, me encontré frente a una trampa de turistas, y con una camiseta blanca en mis manos. Era el único color que había. Las letras en la parte frontal decían “Yo □ Chipre”

Había recaído oficialmente. Y todo por una camiseta de pacotilla. No solo dio al traste para mi desintoxicación, sino que por primera vez en los últimos tiempos rompí mi regla de vestirme todo de negro y di mi discurso inaugural con mi pantalón negro y mi ridícula camiseta blanca. Todo marcho bien a pesar de mi atuendo cuestionable, pero no se trataba de eso. Como dicen en algunos programas de doce pasos, un trago es demasiados y mil son muy pocos. En otras palabras, ahora que me había dado permiso para poner fin a mi ayuno de marcas, la represa se había revenado. Y yo me enloquecí un poco.

Veinticuatro horas más tarde, estaba desembarcando en Milán, Italia, la capital mundial de la moda. Déjame decirte algo: no es un lugar en el que quieras estar si estas intentando dejar marcas. Y como era de esperarse, había una gigantesca venta de muebles en una tienda no muy lejos de mi hotel. ¡Y también artículos fantásticos hechos a mano! A partir de entonces, empecé a comprar agua San Pellegrino, chicles Wrigley, y chocolates M&M por toneladas. Y claro también estaba la chaqueta de invierno de Cole Haan negra que compre en Nueva York, y … la lista sigue. No pude parar durante las semanas y meses siguientes. Podrías haberme vendido un animal atropellado siempre y cuando tuviera una etiqueta y un logo. Todo por culpa de una maleta perdida y una camiseta barata de remplazo.

Sí, me gano la vida ayudando a las empresas a construir y a fortalecer sus marcas, y al final, ni siquiera pude resistirme a mi propia medicina.

Entonces me di cuenta de que las marcas me habían lavado el cerebro.

Martin Lindstrom

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